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Mostrando entradas de octubre, 2011

El extraño caso de la aparición del sexo (mitocondria 3)

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Una vez constituida la sociedad eucariota en los términos cuyas líneas fundamentales hemos ya tratado (es decir, sobre la mutua conveniencia centrada inicialmente en torno al hidrógeno antes de derivarse hacia la explotación del potencial del oxígeno que acabó por impulsar la evolución del nuevo dominio), tenemos a nuestra mitocondria aislada en el seno de su hospedador entregada principalmente a la producción de ATP; reducida, se podría pensar, a una situación de rendida esclavitud, de mero orgánulo tristemente aprisionado y sin voz ni voto en el desarrollo de la nueva entidad. Nada más lejos de la realidad. El huésped conservó una influencia determinante derivada de sus propias necesidades e intereses como organismo independiente que una vez fue, y que no quedaron ni mucho menos excluidos en su nueva situación; entre otras cosas, y como también adelantamos, satisfacerlos llevó a la aparición del sexo, esa rocambolesca estrategia reproductiva cuya extensísima vigencia tanto a dado que

Breve historia del Oxígeno (mitocondria 2)

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Para seguir completando el perfil de la mitocondria y conseguir una adecuada valoración de su fundamental papel en la configuración de nuestro mundo, será necesario como paso previo esbozar un panorama histórico de cómo se llegó a incorporar a éste el oxígeno, el elemento con el que nuestra protagonista extrae la energía que lo mueve en buena medida. Hablar de oxígeno, así a pie de calle, es evocar la idea de aire fresco y puro llenando un cielo azul, de aguas cristalinas, de respiración plena; de un requisito imprescindible para la vida en suma, mientras que sugerir su ausencia suscitaría sin duda angustiosas sensaciones de asfixia y muerte. No es sorprendente por cuanto efectivamente el oxígeno es el soporte básico para cualquier eucariota, (incluso los autótrofos lo precisan), que lo necesitamos para obtener la energía que nos mantiene vivos imperiosamente; apenas unos minutos privados de él nos supondría una muerte fulminante. El oxígeno se considera así consustancial a nuestro pla